Cuadrados, Silencios y Otros Lenguajes
La siguiente reflexión nos aproxima a la obra del artista venezolano Jesús Guerrero, quien en su más reciente muestra insiste —con profundidad y economía— en el cuadrado como signo, gesto y pensamiento visual. A través de una escritura que transita entre el análisis y la contemplación, el autor traza conexiones con referentes fundamentales de la pintura moderna, sin perder de vista la singularidad de su lenguaje plástico.
En la más reciente exposición de Jesús Guerrero, que se está presentando en la actualidad en el Ateneo Jesús Soto en Tovar, Estado Mérida, el cuadrado se muestra no como una forma, sino como una insistencia. Una pulsación que se repite sin alarde, pero con firmeza. Como quien golpea suavemente una puerta, esperando que algo —una voz, una imagen, un recuerdo— le responda desde el otro lado. Cada pintura parece una variación sobre el mismo gesto y, sin embargo, ninguna se repite. Hay cuadros que se levantan como muros erosionados por el tiempo; otros, donde el amarillo irrumpe como una vibración eléctrica en medio del gris. Hay estructuras que evocan mapas invisibles, planos de lo que fue o de lo que aún no es. El cuadrado está allí siempre, como eje, como ventana, como huella.
Es inevitable —aunque no impostado— evocar en esta obstinación geométrica el eco del Cuadrado negro de Kazimir Malevich. Aquel gesto radical que despojaba la pintura de toda narración para proponerla como pura sensibilidad. Más tarde, en su Blanco sobre blanco, Malevich llevaría ese impulso al umbral de la invisibilidad. En Guerrero, sin embargo, la geometría se humaniza: se agrieta, se desplaza, se oxida. No busca el absoluto, sino el temblor. También resuena, lejanamente, la economía de medios de Robert Ryman, el aliento casi místico de Agnès Martin, el negro hipnótico de Ad Reinhardt. Pero Guerrero no cita: decanta. Lo suyo es una pintura que ha leído la historia, pero que se resiste a obedecerla.
A veces hay color. A veces no. A veces hay materia. A veces apenas un gesto sobre la lona. Y, sin embargo, en todos los casos, hay un pensamiento pictórico que se despliega con coherencia silenciosa. No hay figura, no hay relato. Hay una respiración lenta. Un orden que no impone, sino que sugiere. Una pintura que, más que mostrarse, se pregunta. Jesús Guerrero no pinta para representar. Pinta para saber qué queda cuando ya no hay nada que representar. Y allí, en esa frontera entre la forma y el vacío, entre la memoria y la abstracción, el cuadrado persiste como signo, como resto, como posibilidad. Pintar cuadrados, en este contexto, no es repetir. Es resistir.
Escrito por: Cesar Sasson
Ciudad de Panamá – Panamá
coleccionsasson@gmail.com
Abril 2025
www.correocultural.com/2025/04/cuadrados-silencios-y-otros-lenguajes/